Las Navas del Marqués a 31 de marzo de 2023 |
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Una mala experiencia que le puede pasar a cualquiera en cualquier país del mundo
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No hace mucho publiqué en mi facebook una vivencia personal, aterradora. Me pasó a mí en una ciudad concreta un noviembre de 2011, pero puede pasarle a cualquiera en cualquier ciudad del mundo, os invito a que me acompañéis a Bruselas aquel día que me pudo costar tan caro.
Son las 4:00 de la madrugada y el despertador suena, tenía que viajar a Bruselas por motivos de trabajo, mi vuelo salía a las 8:30. Tenía que arreglarme a todas prisas, desayuné, cargué la maleta en el coche y me dirigí a coger el primer tren que sale del Escorial a Madrid, aprovecharía para echar una cabezada, en Chamartín tendría que transbordar al tren que lleva a la T4 de Barajas.
Estaba tremendamente excitada, era mi primer viaje de trabajo desde que inicié mi transición unos meses antes, llevaba mi flamante DNI nuevo con mi foto actualizada, el nombre no había cambiado todavía, para eso habría que esperar un par de años más. ¿Qué cara pondrían en el mostrador de facturación?, ¿me dejarían atravesar los controles de seguridad?
Mis temores se desvanecieron rápidamente y el trato fue más que correcto. "Sra. Azañón diríjase a las puertas de embarque H, esté atenta a los indicadores cuando esté asignada la puerta definitiva" .
Acto seguido me dirigí a pasar el control de seguridad, a indicación de las empleadas del control, me despojé de todo lo metálico que pudiera llevar encima, reloj, pendientes, pulseras y cinturón; así mismo me hicieron depositar aparte el ordenador y los zapatos en la cinta de los rayos X. Inevitablemente al atravesar el arco el dichoso aparato sonó, siempre suena conmigo. El guardia civil de la puerta, con un gesto de aburrimiento me hizo detener el paso para que una vigilante jurado pudiera hacerme un chequeo con un detector de metales portátil.
“Por favor separe las piernas y ponga los brazos en cruz”.
La mitad de los viajeros ha de cumplir con este rito. “Todo correcto, puede seguir”. Ya había pasado a la zona de nadie, es este un mundo extraño el de los aeropuertos, de repente dejas de estar en tu país, estas sometida a una legislación especial y se hace notar y todo esto nada más pasar el control.
Invertí algún tiempo en tomar un café y curiosear por los Duty Free, ropa, cosméticos de lujo, bombones y cigarrillos con una advertencia curiosa, “Se informa a los viajeros con vuelos a destinos nacionales que no pueden adquirir tabaco en este establecimiento”.
Miro los monitores buscando mi vuelo, la puerta de embarque es la H47, por fin, aunque se encuentra algo lejos. Al final llego a la puerta y me encuentro con un compañero de la oficina que me llama
¡¡¡¡Amanda!!!! ¡¡¡Amanda!!!!! ¿Cómo tu por aquí?
Ya ves Valentín, mañana tengo la revisión del ONE, ¿y tú?
Nosotros tenemos una revisión de un proyecto de eHealt, ya sabes, el del robotito. Lo tenemos hoy por la mañana, así que esta tarde vuelvo a Madrid, es agotador pero yo lo prefiero así.
Pasamos un rato charlando de cómo nos va, de cotilleos de empresa y anécdotas diversas.
Por fin llamaron a embarcar, Valentín y Yo no separamos en el finger, me dirigí a mi asiento, yo tenía plaza de ventanilla justo detrás del ala. Siempre que puedo elijo esta plaza, me gusta contemplar su funcionamiento; minutos más tarde comenzó el ritual de un vuelo en avión.
“Buenos días, les habla el comandante……, en mi nombre y en el de la tripulación les damos la bienvenida en este vuelo con destino Bruselas…. ”, “Apaguen sus móviles y atiendan las instrucciones de seguridad”
Las asistentes de vuelo iniciaban su coreografía de gestos, juegos con hebillas y mascarillas de oxígeno.
Durante aquellos momentos recordé los tiempos en que tenía la manía de viajar con una brújula y unas cartas de navegación con los SIDs y STARs de Barajas y del aeropuerto de destino, me gustaba jugar a averiguar que ruta de salida tomábamos en el despegue y la ruta de llegada al aproximarnos al destino. Mientras pensaba esto, las azafatas desaparecieron.
De repente el comandante anuncia
“Entramos en pista”
Segundos más tarde rugieron los poderosos motores Rolls Royce de nuestro A320, han alcanzando el 90% de N1 e iniciábamos la carrera de despegue. Eché una rápida mirada al ala para comprobar que los flaps estaban desplegados, una tontería de las mías, soy así. En aquel momento casi podía imaginar el diálogo de los pilotos y de la radio en la cubierta de vuelo en rápida secuencia
“V1”, “Rotación”, “V2”, “régimen de ascenso positivo”, “tren arriba” para inmediatamente recibir por radio un mensaje similar a este: “India Bravo tal, tal, contacte control de salida Madrid en frecuencia tal punto tal, buenos días” y el correspondiente acuse de recibo. “India Bravo tal y tal contactar salida Madrid en frecuencia tal punto tal, Buenos Días”
Tres horas más tarde, tras un vuelo anodino, amenizado con alguna turbulencia, aterrizamos en Bruselas, me volví a encontrar con Valentín una vez fuera del aparato.
- ¿Vamos por el acelerador atómico?, (el llama así a la tupis roulant), pasamos por un larguísimo pasillo con una decoración de destartalados pájaros de colores en el techo
Al llegar a la salida nos despedimos, pudimos haber tomado el tren hasta la estación de "Gare Centrale" pero me decidí por el taxi, una carrera de 50€.
Llegué al hotel, en Rue Adolphe Max tuve un momento mágico en el mostrador de recepción, “Bon jour mademoiselle”, Wow el que reciban así a una transicionista novata y encima cursi es el colmo de la gloria.
Ya por la tarde llamé a Marcelo para informarme del lugar de reunión.
“Amanda, los del CSIC nos han prestado sus oficinas en Rue de la Trône”.
"En media hora estoy allí"
Las oficinas estaban en una planta de un edificio bastante vulgar, al llegar vi el logotipo del consejo superior de investigaciones científicas, un árbol grabado en la cristalera. Marcelo me estaba esperando allí junto con otros colegas de la Universidad Politécnica de Cataluña.
Estuvimos trabajando hasta la noche en la demostración que tendría lugar dos días más tarde. Hubo nervios, tirones del pelo en la cabeza, bostezos, todo tenía que funcionar y todo fallaba, no es fácil hacer funcionar un sistema con sus trozos repartidos por Madrid, Vilanova I la Geltrú, Varsovia, Berlín, Brueschweig y, o sorpresa, en Las Navas del Marqués también, anda que si me llega a fallar en ADSL de casa esos días la liamos. Se reescribieron muchas líneas de código aquella tarde. He de reconocer que soy algo temeraria, pero es que tengo en casa toda mi colección de trampas y apaños para redes.
Llegó la noche y fuimos a buscar a nuestros compañeros de Brueschweig, Allí conocí a Admela, la coordinadora del proyecto, una mujer no muy alta, de voz aguda y fuerte temperamento, rostro agraciado y que denotaba una fortísima confianza en sí misma, ella es una autoridad de prestigio mundial en el campo de las redes de telecomunicaciones.
Cenamos y fuimos a tomar unas cervezas a la Grand Platz. La Grand Platz es algo digno de verse, sus preciosos edificios, con sus afiladísimas agujas, sus callejuelas, hervidero de gentes de los cinco continentes, el olor del chocolate que todo lo invade. “Casa Manuel, paellas” reza el cartel de un restaurante, sí en Castellano, así como se ve.
Cuando una va a Bruselas en lo último que piensa es en ir a comer paella, para eso, mejor en casa. No, no me malinterpretéis, no es que la hagan mal, lo que ocurre es que allí están concentrados restaurantes de los cinco continentes, hay que aprovechar la ocasión, y de paso probar sus mejillones en “Le Sacre Moule” y tomar una cerveza de frambuesa.
Volvamos a mi historia, la situación mas aterradora que he vivido
Sobre la una de la mañana estaba muerta de sueño y al día siguiente teníamos que preparar la revisión de proyecto del día posterior, el resto del grupo de trabajo estaba a lo suyo y temía que no volvieran al hotel hasta la hora del desayuno. Pues decidí volver al hotel, en la rue Adolphe Max, a media hora andando. (Ya se me podía haber ocurrido coger un taxi, ya), pero apenas llevaba tres meses de vida real y todavía no era consciente de lo mucho que había cambiado mi posición social, el famoso escalón social ese que dicen que bajamos las mujeres transexuales y encima en el extranjero. Pues iba por la calle y noto que me siguen, apresuré el paso, noté que los pasos que me seguían apresuraban el paso a su vez, yo solo quería llegar al hotel, eché a correr, fue inútil, me dieron alcance. Se me arrimaron dos individuos, uno se me abrazó al cuello, como si fuera su novia, el otro vigilaba. Uno no paraba de hablarme. ¿Que querrían hacerme?, ¿violarme?, ¿robarme?, ¿agredirme? Seguramente pensarían que era la víctima ideal, una mujer transexual, sola, de madrugada y extranjera.
Decidí no detenerme en cualquier caso, al llegar al hotel tendrían que soltarme, pediría ayuda al vigilante de seguridad para que me librara de ellos. Al final sólo querían robarme, me arrancaron mi colgante, ese que llevo con una "A" de oro.
Afortunadamente mi colgante cayó al suelo y pude recuperarlo, mis agresores huyeron a la carrera. Lancé un grito. Cuando llegué al hotel me encerré en la habitación, no pude dormir en toda la noche.
"Amanda, eres estúpida, no te das cuenta del mundo en que vives, y el tuyo ha cambiado, para bien de tu estabilidad mental, sí, pero también para mal, ahora también puedes ser una víctima de la violencia machista". "Eres más feliz pero también eres muy vulnerable. Has sido muy imprudente y te ha podido costar la vida".
La mañana siguiente me dirigí a la sede del CSIC en Bruselas. Vi a mis compañeros de proyecto, A Admela, a René, a Marcelo.
Cuando entramos en la sala me derrumbé, no puede más y estallé en lágrimas. "Last night i was assauted. I was very frigthened. I’m so sad, two guys stolen the golden chain of my pendant" y Admela, la coordinadora de proyecto, que tiene fama de ser un hueso, me abrazó y me dijo "Oh Dear, I’m so sorry , Are you hurt?, Do you want my coffee" .
Los chicos del equipo por supuesto que me animaron y me dieron su apoyo, pero notaba que no interiorizaban el asunto en su total dimensión. Si, comprendían la situación pero era una experiencia ajena para ellos, sólo Admela podía entender todo lo que me corría por dentro. Al día siguiente, Victor, un compañero mío de empresa estuvo haciendo de mi guardaespaldas, no se separaba de mi un milímetro, estaba muy asustado con los eventos del día anterior.
¡Ah! Se me olvidaba, el final de la historia, la revisión.
A la mañana siguiente nos dirigimos al edificio Rue Beaulieu 25, no era la primera vez que he estado allí. Al final es todo sota, caballo y rey. Y por cierto, la reunión no era allí, no, era en el 35, nos habían informado mal.
La demostración salió de maravilla, a pesar del constipado que llevaba encima. No conté antes que escribí la interfaz gráfica, una aplicación que se llama Magalia, (Magalia, Magalia, ¿Dónde he oído antes ese nombre?), y que empecé a codificar hace más de nueve años. Me despedí de Admela y ella de mí, “Thank you Amanda you saved us”, así fué, inmodestia aparte ;)
Amanda Azañón
Ingeniera de redes en Telefónica Investigación y Desarrollo