Las Navas del Marqués a 29 de marzo de 2023 |
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El pueblo es soberano, pero se encuentra en un estado de minoría de edad eterna, por lo que debe estar sujeto a tutela y no puede ejercitar sus derechos sin grave peligro. Como todos los menores de edad, es presa fácil de los granujas habilidosos. A éstos los llamamos demagogos.
Así entendía Schopenhauer la situación del hombre de la calle allá por el siglo XIX. Efectivamente, nuestros ancestros eran vistos por las elites como niños a los que hay que vigilar y controlar constantemente (y explotar de continuo). El vulgo: analfabeto, rústico, mezquino, manipulable y salvaje, en resumen, necesitado de pastor. Esta elite misericordiosa no solo cuidaba de la pobre chusma si no que tenían buen cuidado de que algún granuja habilidoso intentara medrar más que ellos o colarse en su selecto club. La democracia con la que tantos fantoches se llenaban la boca no era más que una guardería en la que, eso sí, los niños eran exprimidos y condenados a una ignorancia perpetua, ignorancia que así mismo posibilitaba que los guardianes se perpetuaran en su posición.
Si damos un salto de más de un siglo observamos que casi todo sigue igual, seguimos siendo sus niños y nos contentan con un caramelo llamado voto. Sin embargo hay una cosa que ha cambiado y que sin duda es decisiva: ya no somos analfabetos, ya no estamos condenados a una oscuridad que antaño era insalvable, disponemos de medios para conseguir información y para comunicarnos en tiempo real. ¿Ustedes creen que necesitamos seguir estando bajo tutela? ¿Ustedes creen que como ciudadanía seguimos siendo los menores de edad eternos? Si piensan que así es ¿no les resulta vergonzoso que nos sigamos resignando a ser los eternos gobernados por autoridades paternalistas (demagogos) en pleno siglo XXI?
En el anterior artículo acabábamos haciendo referencia a la persona, al ciudadano, al vecino. La transformación del mundo, de nuestro país, de nuestro pueblo quedaba como tarea a realizar, tarea que solo se puede llevar a cabo a través de un trabajo en equipo, a través de una concienciación común basada en la democracia de participación ciudadana. Sin embargo este proyecto resulta irrealizable si no empezamos el cambio por nosotros mismos, por el hombre de la calle que no desea ser nunca más un comentarista de barra en lo referente al gobierno de su comunidad y decide pasar a ser un ciudadano profesional. El ciudadano que toma conciencia de que lo es necesita primeramente comprender que la única manera de sentirse realizado consigo mismo dentro de una comunidad es tener voz y voto dentro de ella, ser parte activa y decisiva en su gobierno.
Les aseguro que ayuda mucho más liberar la indignación o hablar de los proyectos en una asamblea de vecinos que en un bar. Les aseguro que es infinitamente mejor hacer llegar al alcalde (al que queremos denominar y convertir en gestor) nuestras ideas y críticas a través del cauce de participación ciudadana que en corrillos por el pueblo o a través de cartas que acabarán en la papelera ¿Por qué? Porque si nos convertimos en ciudadanos participativos que buscan un sistema de participación nuestras ideas y críticas serán decisivas y pasaremos a ser gobierno, a sentirnos personas útiles y escuchadas en la comunidad, a convertir la hostilidad reinante en diálogo constructivo.
Pero claro, si deciden que esto no es más que un cuento entonces sigan como hasta ahora, sigan siendo los niños de la guardería del señor alcalde, los niños que tienen miedo de abrir la boca para opinar o mostrar indignación en la misma casa del pueblo (que es el ayuntamiento) por si acaso el profesor saca la vara y nos arruina. Sigamos siendo entonces menores de edad eternos dirigidos por los designios de nuestro alcalde, el cual –pensamos— mira por nosotros.
Es difícil comprender, estando como ahora estamos en las antípodas de lo que aquí se propone, cuanta ilusión iban a sentir ustedes cuando, manteniendo su libertad individual intacta, pudieran sentirse como un engranaje fundamental para el funcionamiento de nuestro pueblo sin tener que obedecer a miedos, servilismos o impotencia. Es difícil comprender esto cuando desgraciadamente los vecinos somos ciegos expuestos a las decisiones de una mayoría absoluta que a la postre resulta siempre arbitraria (como todas las mayorías) y que para remate esta compuesta por políticos que consideran que si el voto les ha dado el poder es porque tienen derecho a ostentarlo sin rechistes.
Si quieren pruebas las encontrarán fácilmente, aquí les voy a dejar una. Es un fragmento de la entrevista que se le realizó al alcalde en el diario de Ávila con motivo de las fiestas. La entrevistadora le pregunta:
En la etapa que empieza no hay que olvidar que compartirán plenos además de con el concejal que ha salido elegido del PSOE, con los cuatro nuevos que llegan desde las filas de UPyD. ¿Cómo estima que será la relación? ¿Tienen las puertas abiertas a la colaboración?
A lo que el alcalde responde:
Nosotros tenemos mayoría y si UPyD quiere colaborar con el Ayuntamiento y con el pueblo desde luego que tiene las puertas abiertas, pero si lo que quiere es hacer oposición también está en su derecho. Ellos deciden pero contando que nosotros tenemos mayoría tienen la puerta abierta a la colaboración o a poner la zancadilla. En cualquier caso si tienen propuestas que sean buenas para el pueblo, no les vamos a decir que no.
Como ven el alcalde se atribuye para si el titulo de ayuntamiento y de pueblo y sugiere al resto de partidos (y por ende a los ciudadanos que han votado a estos partidos) que si quieren colaborar con él (apoyar sin rechistar lo que el diga y haga) que tienen las puertas abiertas. Sin embargo a hacer oposición lo llama poner la zancadilla, y dice que bueno, que si quieren hacerle oposición, es decir, según su punto de vista, atacar al ayuntamiento y al pueblo, que están en su derecho pero que allá ellos. Esto es como decir yo soy Las Navas y aquí solo rige mi ley. Es triste ver como alguien se guarda las llaves con la intención de abrir o cerrar puertas de una casa que no le pertenece. Al final las consecuencias deberían ser de sobra sabidas, quién no odia a la autoridad la agasaja para conseguir algo de ella, pero siempre mirándola de abajo a arriba y no al revés ¿Esta es la idea que tenemos de democracia?.
El ciudadano profesional, la persona con mayúsculas, el fin y el comienzo de todo, debe comprender que, en un pueblo como el nuestro, el voto no ha de ser una carta blanca de poder si no una oportunidad revocable que se le da a alguien, a un grupo, para que gestionen la iniciativa vecinal. Esos gestores tienen que sentar las bases y abonar el terreno para que la participación directa del vecino se haga efectiva. Solo entonces estaremos hablando de democracia. Solo entonces el ciudadano comprenderá que ha de estar preparado para hacer efectivo su gobierno y pasar a auto-educarse en democracia, es decir, hablar alto y claro cuando tenga algo que decir con la seguridad de que existe un mecanismo que recoge sus palabras y las hace útiles para la comunidad y, sobre todo, para si mismo, para sentir que tiene dignidad y que su vida y su opinión son tan importantes para el pueblo como las de cualquier otro.
No tenemos ninguna excusa para seguir siendo menores de edad en una democracia que exige nuestra responsabilidad para no romperse en mil pedazos. No podemos permitirnos dejar esta herencia y quién está por llegar. Ha llegado la hora de ser ciudadanos profesionales