Las Navas del Marqués a 29 de marzo de 2023 |
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Cuando el degustador primerizo, un tipo, dicho sea de paso, de principios y muy enterado de la actualidad política y económica, tuvo delante por primera vez una magnífica bola de queso suizo se relajó y dejó que se le cayera la baba ante la expectativa de probar tal manjar. Por fuera—pensó— parece macizo y sin secretos, con un color uniforme que inspira confianza, un apetitoso bloque de queso que no parece mentir sobre sus virtudes.
Sin embargo, cuando nuestro degustador le abrió por la mitad y descubrió los innumerables vanos que se encerraban en su interior, casi sin proponérselo, de forma subliminal, dejándose llevar por sus principios más que por su estómago, se olvidó del posiblemente delicioso sabor del queso y no pudo evitar pensar en términos tan graves como fraude y traición.
Pronto esta sensación se acentuó bajo el efecto de la curiosidad, entonces el degustador se preguntó ¿cómo demonios se forman estos agujeros y qué sentido tienen?, y sin atreverse todavía a hincar el diente al manjar, como si le diera miedo entregarse a tal placer sin conocer antes sus más profundos secretos, se fue derecho al google y encontró la siguiente respuesta:
Para transformar la leche en queso, se utilizan bacterias y enzimas, que se ocupan de que la parte líquida de la leche o suero, se separe de la parte sólida o cuajada. Posteriormente, y con la ayuda de un tamiz, se acaba de separar la cuajada, que se coloca en un molde en el que se deja reposar. Las bacterias, los enzimas o los mohos utilizados juegan un papel muy importante en la definición de la textura de los quesos obtenidos. De ahí la gran variedad.
Sin embargo, en algunos quesos, las bacterias que se quedan en la cuajada siguen alimentándose de la lactosa, el azúcar de la leche, y como resultado de su proceso metabólico liberan dióxido de carbono. Este gas forma pompas —de similar manera a las que forma en una bebida carbonatada— pero quedan atrapadas en el interior del cuerpo sólido sin posibilidad de escapar. Formando así los agujeros.
El degustador apartó la mirada del ordenador y la dirigió de nuevo al bloque de queso suizo que reposaba sobre la tabla de cocina, entonces sucedió algo muy propio de su carácter: la imaginación se le disparó y se olvidó de la insoportable gusa que le había despertado la visión del queso. De repente empezaron a surgir en su mente ciertas asociaciones entre la realidad y el queso que no pudo ignorar y pensó, con una mezcla de sorpresa y decepción, que esa bola achatada por los polos que tenía frente de sus narices no era más que una apestosa alegoría en miniatura de nuestro propio mundo. En ese momento, conociéndose como se conocía, se limitó a dejarse llevar por sus pensamientos para ver a donde le llevaban…
Para transformar la leche en queso… para transformar el reparto de riqueza entre todos en la concentración de riqueza desmedida de unos pocos…
se utilizan bacterias y encimas… se utilizan la avaricia y maldad de los amos y señores del capital…
que se ocupan de que la parte líquida de la leche o suero, se separe de la parte sólida… que se ocupan que lo que pertenece a todos se separe de ellos y pase a manos de unos pocos…
Posteriormente, y con la ayuda de un tamiz, se acaba de separar la cuajada, que se coloca en un molde en el que se deja reposar… posteriormente, y con ayuda de la clase política, se acaban de expoliar a la mayoría los bienes comunes y se colocan en el molde de la austeridad, donde se dejan reposar…
Las bacterias, los enzimas o los mohos utilizados juegan un papel muy importante en la definición de la textura de los quesos obtenidos, de ahí la gran variedad… La cantidad de avaricia y la maldad utilizadas juegan un papel muy importante en la cuantía de la concentración de riqueza expoliada, de ahí la variedad de ladrones capitalistas…
Sin embargo, en algunos quesos, las bacterias que se quedan en la cuajada siguen alimentándose de la lactosa, el azúcar de la leche, y como resultado de su proceso metabólico liberan dióxido de carbono… Sin embargo, en algunas de las concentraciones de riqueza, la avaricia y la maldad siguen alimentándose de riqueza sin poder saciar su hambre, y como resultado de su proceso de empacho generan el gas inflamable de la especulación…
Este gas forma pompas —de similar manera a las que forma en una bebida carbonatada— pero quedan atrapadas en el interior del cuerpo sólido sin posibilidad de escapar… Este gas forma burbujas –de similar manera a las que forma en nuestro estómago el exceso de comida—pero quedan atrapadas en el interior de la concentración riqueza sin posibilidad de escapar…
Formando así los agujeros… Formando así los agujeros que…nos encontramos cuando abrimos el queso.
El degustador pensó detenidamente en esta última frase y tras un buen rato perdido en sus especulaciones se sintió un poco idiota al darse cuenta de que había ido demasiado lejos en los paralelismos que un simple queso tiene con la compleja realidad planetaria. Sin darse tiempo a si mismo para volver a perderse por su imaginación metió el queso en la quesera sin haberlo probado y se fue a la cama, pero justo antes de cerrar los ojos pensó involuntariamente y concierta sensación de fastidio en otro paralelismo: el queso suizo y lo que llaman democracia. Entonces, sin que él pudiera hacer nada por evitarlo, empezaron a surgir en su mente decenas de comparaciones entre aquel maldito bloque de queso y situaciones reales que se sucedieron durante toda la noche.
Con la primera luz del alba, y antes de caerse rendido de sueño, llegaron a su mente mezcladas con el queso las navajas suizas, y los relojes y...pero ya estaba demasiado cansado como para seguir con paralelismos que parecían inagotables y en el momento de cerrar los ojos solo pudo exclamar ¡cuántos oscuros secretos esconden las delicias del queso suizo!