Las Navas del Marqués a 22 de septiembre de 2023 |
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Quise entretener al niño; los demás echaban la siesta, pero el crío como todos los de su edad no estaba dispuesto a dormir.
Buscando el fresco del porche trasero recién regado, al resguardo del implacable sol, le puse sobre mis rodillas y me dispuse a leerle un cuento.
Era una historia que ya conocía; aún así eligió esa: la misma que había escuchado una y otra vez y que se sabía de memoria.
La luz fue cambiando y las sombras empezaron a alargarse poco a poco. La del chopo llegó a rozarnos los pies descalzos. La silueta parecía una pluma y el pequeño comenzó a reír. La sombra le hacía cosquillas al mecerse con la brisa, decía.
Sorprendido, abandoné la lectura y le seguí la gracia por comprobar hasta dónde llegaba su imaginación.
¿Sientes cosquillas?
Pues claro- respondió con toda naturalidad- cuando se mueve me hace cosquillas en los pies.
¿Conoces la historia de Peter Pan? Le pide a Wendy que le cosa su sombra.
Vi la "peli", pero no me la han leído. Quería marcharse porque estaba enfadada, no jugaba con ella.
Le miré un tanto perplejo: ¿podía tener esa capacidad de inventiva?
Continué indagando por curiosidad.
Tú tienes una sombra aburrida -me dijo.
¿Yo?
Sí, aburrida y triste. Quieta y con la cabeza hacia abajo.
Bueno, puedo estar leyendo o mirando el móvil, no sé.
Eso, mirando el móvil.
Vale, y ¿cómo es la tuya?
La mía se llama Luar, mi nombre al revés. Es feliz; juego con ella, le cuento secretos y dormimos abrazados, por eso dejo la lamparita encendida por la noche.
¿No es porque te da miedo la oscuridad?
No. Con la luz hacemos figuras en la pared, luego dormimos acurrucados.
Ya.
Sinceramente me planteé si se estaba quedando conmigo. Después recordé la fase de "el amigo imaginario", quizá se tratara de eso.
¿Quieres que te enseñe? Traigo la música y bailamos con ellas.
De acuerdo, probemos.
Corrió escaleras arriba y volvió con su reproductor musical de juguete.
Se colocó frente a la fachada, fuera del porche.
Tú también tío -dijo.
Con pocas ganas y agradeciendo la protección de los árboles, empecé a moverme.
¿Ves cómo tienes una sombra sosa? No se atreve. ¡Vamos! ¡Salta! ¡Levanta los brazos! ¡Sacude la cabeza! Te tienes que reír así, echándote hacia atrás y abre mucho la boca.
Poco a poco fui soltándome, entrando en la diversión, cada vez más alocado y frenético con carcajadas y aspavientos exagerados.
Tanto fue así, que aparecieron los que sesteaban preguntándose qué estábamos haciendo.
Raúl con todo su entusiasmo les invitó a participar mientras yo les daba una breve explicación sin dejar de danzar. Poco después estábamos todos brincando y riendo como locos.
En un momento dado el "mago de la fiesta" dijo: “creo que Luar está ya un poco cansada.”
La abuela, mi madre, que desde que alcanzó ese estatus había rejuvenecido y fomentaba todas las ocurrencias del nieto, estuvo de acuerdo.
¿Qué tal si nos sentamos un rato y nos tomamos un sorbete?
¡Estupendo!
Sudorosos, pero relajados y distendidos nos sentamos a degustar el helado.
Estoy por asegurar que todos y cada uno, con descaro o de reojo, observamos a nuestra sombra deleitarse lamiendo el refrescante dulce.
María Victoria Amírola Martínez