Las Navas del Marqués a 31 de marzo de 2023 |
51 visitas ahora |
Tweet |
La venganza de Bethany
Alec y su hermana Bethany caminaban por la calle de vuelta a casa. No solían hablar; a Alec no le caía bien su hermana y la culpaba de haberle distanciado de su madre. Además ese día habían discutido. Alec solía ser muy tranquilo; solo cuando se enfadaba se convertía en alguien distinto. A Bethany le aterraba verle perder los nervios; en esta ocasión se armó de valor y trató de hacer las paces con él.
Hermanito, perdóname. No quería mancharte con el barro -dijo en un hilo de voz.
¡Cállate, no te soporto! -la pequeña comenzó a llorar-. ¡Estábamos mejor antes de que nacieras; tú lo estropeaste todo!
Cuanto más lloraba, más se enfurecía su hermano. Hasta que al final Alec se paró y le dio una bofetada a Bethany; a la niña se le cayó un conejo de peluche que llevaba en la mano; el juguete rodó hasta la carretera. La pequeña se agachó para recogerlo. Alec escuchó el motor de un vehículo; al mirar alrededor vio que se aproximaba una furgoneta de una empresa de construcción. Un pensamiento malicioso se formuló en su mente. Tenía la oportunidad de librarse de ella, solo debía darle un pequeño empujón; trató de quitarse esa idea de la cabeza. Sin embargo no fue capaz de contenerse y, con vil disimulo, lo hizo.
La niña cayó de bruces a la carretera. Lo último que vio Bethany antes de morir fue la perversa mirada de su hermano, que sonreía desde la acera. Los médicos no pudieron reanimarla. La policía interrogó a Alec sobre el accidente; les contó que su hermana estaba jugando con su peluche, dio un traspiés, el peluche cayó a la carretera y.... no vio a la furgoneta.
Alec y su madre vivieron juntos durante unos meses pero, finalmente, la depresión pudo con ella y se quitó la vida. Alec estuvo un tiempo en un orfanato y después fue adoptado; el errático comportamiento que presentaba obligó a que varias familias lo devolviesen a las pocas semanas, incluso a los pocos días. Esto siguió sucediendo hasta la mayoría de edad. Entonces se marchó del orfanato.
Mientras tanto el alma de Bethany vagó por un tenebroso vacío. Allí vio a las ánimas de otras personas; en las más jóvenes aún se podía reconocer al fallecido, pero otras, en cambio, se convirtieron en sombras retorcidas y siniestras. También vio animales que solo había observado en sus libros. Y extrañas criaturas de tamaño colosal que emitían escalofriantes aullidos.
La pequeña trató de ignorarlos. Se hizo un ovillo y se dejó llevar por la corriente. De pronto notó una suave brisa que movía su pelo; ya no se oían los quejidos de las almas moribundas, sino las ramas de los árboles y el chirrido de una puerta. Abrió los ojos y vio una mansión que parecía abandonada.
Todo alrededor de ella estaba rodeado de una niebla tan espesa que parecía un sólido muro. Entró al patio enfrente de la casa. Se sentó en la fuente, llena de agua estancada y cubierta de hojas. Cogió un palo y trazó círculos en el agua. Esto la relajaba, pero de pronto vio algo perturbador en el fondo; un brillo verde apareció en el fondo de la fuente de mármol.
Cuando se asomó para precisar lo que era, descubrió que se trataba de unos ojos. Se apartó asustada de la fuente; de pronto un cuerpo emergió del agua. Se quedó suspendido en el aire. Se trataba de una niña pelirroja que llevaba un extraño vestido morado.
Bienvenida a mi hogar; pasa, te he estado esperando -dijo la chica de la fuente-. Yo me llamo Dorothy, he venido a ayudarte.
¿Cómo sabes mi nombre?..., ¿y a qué me vas a ayudar? -se extrañó Bethany.
Yo sé muchas cosas; lo importante es que voy a ayudarte a castigar a tu hermano. Tú has sido su primera víctima, pero no serás la última.
No sé de qué me hablas.
¿No lo recuerdas? -la pequeña negó-. Está bien, te lo mostraré.
Dorothy se abalanzó sobre la niña y le sujetó la cabeza con las manos. Las imágenes del accidente aparecieron en la mente de Bethany. Comenzó a llorar desconsoladamente, consumida por un sentimiento de ira. Era justo lo que quería Dorothy, pues se alimentaba de ello.
Juntas crearon un lugar dentro de la mansión donde poder atrapar el alma de Alec. También fueron reteniendo en aquel lugar a las personas que él había asesinado, un total de veintiuna, contando con Bethany.
Tras la fiesta de cumpleaños de una amiga de su novia Lisbeth, las dos chicas decubrieron en el coche de Alec un cuchillo, ropa, y una bosa ensangretadas. Al abrir la bolsa observaron que dentro había la cabeza de la anterior victima del asesino. Para cuando intentaron huir ya era tarde. Alec golpeó a la amiga de Lisbeth en la cabeza y, acto seguido, a ella. Su amiga murió en el acto.
En cambio se llevó a su novia, que aún vivía. Pasaron varios días hasta que la policía consiguió atraparlo. Lo acorralaron en el sótano de una pequeña posada. Justo cuando los agentes iban a entrar, loco de desesperación, se prendió fuego junto con Lisbeth.
El alma de Alec viajó directamente a la mansión. Una vez allí quedó condenado a repetir su estancia una y otra vez sin recordar su macabro pasado. Su hermana, disfrazada de Valery, se encargaba de conducirle a la muerte.
Cada vez que muere en alguna de las horribles trampas que le han preparado Bethany y Dorothy, reaparece en la misma habitación destartalada que pisó por primera vez.