Las Navas del Marqués a 28 de mayo de 2023   

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CAPÍTULO IV
La botica de doña Iris: Los anises
  LA BOTICA DE DOÑA IRIS  | 8 de noviembre de 2017

Mi madre, en la cocina, no paraba de faenar. Como era muy activa -y siempre con buen humor- no se le ponía nada por delante (menuda era la cántabra). Cocinaba de todo y se le daba muy bien (al menos eso es lo que decían los veraneantes del hotel Iris).
Pero luego llegaba el invierno, y a los largos inviernos había que añadir las interminables tardes en la casa en Las Navas. Las tardes se hacían largas, muy largas.
Era una época en que la radio constituía el principal entretenimiento, aunque también había otros, como leer, jugar y calentarnos alrededor de la cocina de leña. Y allí siempre estaba haciendo algo. Le gustaban mucho los guisos y la repostería.
Aquella tarde tocaba las rosquillas. Rosquillas de anís, de las de toda la vida.
-A ver, niño, ¿qué haces ahí, sin nada que hacer? Ven a ayudarme. Una vez hecha la masa le ayudaba a hacer la rosca con las manos. Unas salían más grandes y otras más pequeña, ella las revisaba todas. Era muy importante hacer un corte en el medio de la masa de la rosquilla.
- Así se fríen mejor.
Qué buenas sabían con los anises (en algunas zonas de Castilla se se les conoce como zanorias o cenorias). Los anises, o cenorias, los recogíamos de la huerta. Una huerta grande que atendían Jacinto y Paca. Había de todo, dependiendo de la época: remolacha, melones, fresas, acelgas, perejil... Lo que nunca faltaban eran las plantas aromáticas.
Mi madre, como era muy bromista, utilizaba las pencas de las acelgas a modo de gato por liebre. Una vez lavadas y cortadas en trozos las rebozaba a la romana y las ponía para que la gente, en las visitas -o a los clientes del hotel Iris- las probaran.
-Doña Iris, qué rico está este pescado -decían-. Me sabe muy suave, debe de ser pescado de río, ¿verdad?
Mi madre asentía y no decía nada. Más tarde lo aclaraba, o no, según le daba.
Volvamos a las rosquillas.
El anís, aparte de aromatizar, tiene propiedades digestivas. Se utilizan las semillas, las hojas, las raíces y el aceite esencial. El anís es recomendable para las flatulencias (hay quien lo cuece junto con la col, la lombarda o la coliflor). O se toma después de comer, en infusión. Con que hierva un minuto es suficiente.
Además de ayudar a hacer bien la digestión, mi madre -mezclado o con otras plantas- lo recomendaba para las vías respiratorias y para conciliar el sueño.
Los anises alivian la hinchazón de vientre, abren el apetito, reducen la halitosis, potencian el vigor sexual e incrementa la leche de las madres durante la lactancia de los bebés, entre otras propiedades.


Es una de las plantas medicinales más antiguas. España -junto con Italia y Turquía- es uno de los primeros productoras de una planta que, como acabamos de ver, aporta numerosos beneficios a la salud. Con el anís se elabora el famoso licor, cuyo consumo tuvo su época dorada hace unas cuantas décadas.
Doña Iris sostenía que los anises, el hinojo o los cominos no podían faltar en la cocina. Y aconsejaba cenar poco, pues “de grandes cenas están las sepulturas llenas”.


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