Las Navas del Marqués a 31 de marzo de 2023 |
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Me desperté en la habitación verde pistacho de Valery. La pequeña llevaba viviendo aquí dos meses. Tras derrotar al carnicero y a Scruby, Valery y yo nos refugiamos en este pequeño cuarto. Mientras curaba mis heridas, ella me explicó algunas cosas sobre Dorothy, la mansión y el Juego.
Seguía sin comprender ciertas situaciones, como la manera de cómo llegué a este lugar o el porqué; o si había alguna forma de salir sin participar en el fatídico Juego.
En total hay diez parejas, además de nosotros; todas compiten por salir de la trampa.
Valery, ¿cómo llegaste aquí? -pregunté mientras me ataba una venda limpia en el ojo, a modo de parche.
La verdad, no lo recuerdo. Desperté cerca de esta habitación y me encerré al oír ruidos extraños; cuando me atreví a salir empecé a explorar y a descubrir los secretos de este lugar -tejía una especie de bufanda mientras me contestaba-. ¿Tú tampoco recuerdas cómo llegaste?
Tampoco; este sitio es demencial.
Oímos ruidos fuera de la habitación, Valery apagó las velas y yo cerré sigilosamente el pestillo. Alguien se aproximó corriendo y se detuvo frente a la puerta. Permaneció un tiempo inmóvil y se marchó; encendimos las luces de nuevo. Entonces contemplamos sorprendidos cómo alguien había escrito varias veces el mismo mensaje en las paredes y en el suelo: “Salid de aquí”.
¿Qué ha ocurrido?, ¿has notado algo? -pregunté.
Parece una advertencia de Dorothy -dijo Valery mientras se tocaba la barbilla.
¿Parece?, ¿acaso la has visto antes?
Sí, ella se comunica así con los jugadores... Bueno, al menos con los que considera dignos de su ayuda -concluyó soltando una risilla.
Da la sensación de que sabes mucho de este sitio.
Valery comenzó a recoger nuestras escasas pertenencias y las guardó en una mochila.
Bueno, verás... -hizo una pausa para pensar su respuesta-. Son las ventajas de llegar la primera.
Al salir de la habitación no reconocía el lugar. Cuando entramos lo hicimos a través de un pasillo, pero ahora nos encontrábamos frente a un inmenso jardín cubierto por una cristalera.
Oye, Valery, ¿este jardín no estaba aquí, verdad?
¿Queé?... No digas tonterías, las cosas no se mueven solas y menos una habitación -dijo entre risas, como si acabara de oír un chiste-. ¿Seguimos?
Decidí no darle más vueltas. El sitio parecía muy tranquilo, no se oía ningún ruido. Un embriagador aroma a flores lo impregnaba todo; lo raro era que no había flores por ningún lado.
Ten cuidado... ¡Aivá; todavía no sé cómo te llamas!
Es cierto, lo siento. Soy Alec Rith.
Bueno, como te decía, ten cuidado... No estamos solos.
En el interior del jardín había un laberinto hecho con arbustos, el olor a flores se hacía casi insoportable, aunque no conseguía identificar el olor ni su origen. Entonces me pareció oír la voz de mi hermano que provenía del laberinto.
¿Beth? -no se oyó nada, pero tras esperar un rato se oyó de nuevo-: ¡¿Bethany?!
¿Se puede saber a quién llamas?
A Bethany, mi hermana. Murió hace tiempo, pero estoy seguro de que era su voz -salí corriendo hacia la entrada del laberinto.
¡Espera, Alec!, ¡es una trampa!
No le hice caso y me adentré sin saber qué me encontraría dentro. La voz procedía de diferentes direcciones. Al final me perdí. Deambulé entre los arbustos hasta que choqué con alguien.
¡Corre!, ¡corre! -oí la voz de Valery detrás de mí.
Había chocado con un hombre delgado que vestía unos vaqueros azules, una chaqueta de lana gris y una gorra roja. Se levantó y salió corriendo; una liana lo perseguía por los pasillos; al final le atrapó y le arrastro por el tobillo.
¿Qué haces ahí parado?, ¡muévete! -gritó Valery.
Cuando me giré vi cómo otra liana inmovilizó a la pequeña como abrazada por una serpiente . Al ir a ayudarla, también fui atrapado por otras de las lianas. Nos arrastraron por diferentes caminos. Tras un rato recorriendo el laberinto, la liana me soltó frente a una gran planta de unos cuatro metros de altura; su tallo tenía el grosor de una persona. El olor a flores procedía de aquí. El suelo estaba lleno de huesos, de animales y personas. De pronto la planta retorció su tallo y de sus pétalos púrpuras comenzó a expulsar un gas amarillo.
Al cabo de unos segundos inhalándolo perdí el conocimiento.
(Continuará)
Daniel F. Ibáñez