Las Navas del Marqués a 31 de marzo de 2023   

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DANIEL F. IBÁÑEZ
VI-Enredados
  DANIEL FRAILE  | 21 de mayo de 2017

Me desperté en la habitación verde pistacho de Valery. La pequeña llevaba viviendo aquí dos meses. Tras derrotar al carnicero y a Scruby, Valery y yo nos refugiamos en este pequeño cuarto. Mientras curaba mis heridas, ella me explicó algunas cosas sobre Dorothy, la mansión y el Juego.

Seguía sin comprender ciertas situaciones, como la manera de cómo llegué a este lugar o el porqué; o si había alguna forma de salir sin participar en el fatídico Juego.

En total hay diez parejas, además de nosotros; todas compiten por salir de la trampa.

- Valery, ¿cómo llegaste aquí? -pregunté mientras me ataba una venda limpia en el ojo, a modo de parche.

- La verdad, no lo recuerdo. Desperté cerca de esta habitación y me encerré al oír ruidos extraños; cuando me atreví a salir empecé a explorar y a descubrir los secretos de este lugar -tejía una especie de bufanda mientras me contestaba-. ¿Tú tampoco recuerdas cómo llegaste?

- Tampoco; este sitio es demencial.

Oímos ruidos fuera de la habitación, Valery apagó las velas y yo cerré sigilosamente el pestillo. Alguien se aproximó corriendo y se detuvo frente a la puerta. Permaneció un tiempo inmóvil y se marchó; encendimos las luces de nuevo. Entonces contemplamos sorprendidos cómo alguien había escrito varias veces el mismo mensaje en las paredes y en el suelo: “Salid de aquí”.

- ¿Qué ha ocurrido?, ¿has notado algo? -pregunté.

- Parece una advertencia de Dorothy -dijo Valery mientras se tocaba la barbilla.

- ¿Parece?, ¿acaso la has visto antes?

- Sí, ella se comunica así con los jugadores... Bueno, al menos con los que considera dignos de su ayuda -concluyó soltando una risilla.

- Da la sensación de que sabes mucho de este sitio.

Valery comenzó a recoger nuestras escasas pertenencias y las guardó en una mochila.

- Bueno, verás... -hizo una pausa para pensar su respuesta-. Son las ventajas de llegar la primera.

Al salir de la habitación no reconocía el lugar. Cuando entramos lo hicimos a través de un pasillo, pero ahora nos encontrábamos frente a un inmenso jardín cubierto por una cristalera.

- Oye, Valery, ¿este jardín no estaba aquí, verdad?

- ¿Queé?... No digas tonterías, las cosas no se mueven solas y menos una habitación -dijo entre risas, como si acabara de oír un chiste-. ¿Seguimos?

Decidí no darle más vueltas. El sitio parecía muy tranquilo, no se oía ningún ruido. Un embriagador aroma a flores lo impregnaba todo; lo raro era que no había flores por ningún lado.

- Ten cuidado... ¡Aivá; todavía no sé cómo te llamas!

- Es cierto, lo siento. Soy Alec Rith.

- Bueno, como te decía, ten cuidado... No estamos solos.

En el interior del jardín había un laberinto hecho con arbustos, el olor a flores se hacía casi insoportable, aunque no conseguía identificar el olor ni su origen. Entonces me pareció oír la voz de mi hermano que provenía del laberinto.

- ¿Beth? -no se oyó nada, pero tras esperar un rato se oyó de nuevo-: ¡¿Bethany?!

- ¿Se puede saber a quién llamas?

- A Bethany, mi hermana. Murió hace tiempo, pero estoy seguro de que era su voz -salí corriendo hacia la entrada del laberinto.

- ¡Espera, Alec!, ¡es una trampa!

No le hice caso y me adentré sin saber qué me encontraría dentro. La voz procedía de diferentes direcciones. Al final me perdí. Deambulé entre los arbustos hasta que choqué con alguien.

- ¡Corre!, ¡corre! -oí la voz de Valery detrás de mí.

Había chocado con un hombre delgado que vestía unos vaqueros azules, una chaqueta de lana gris y una gorra roja. Se levantó y salió corriendo; una liana lo perseguía por los pasillos; al final le atrapó y le arrastro por el tobillo.

- ¿Qué haces ahí parado?, ¡muévete! -gritó Valery.

Cuando me giré vi cómo otra liana inmovilizó a la pequeña como abrazada por una serpiente . Al ir a ayudarla, también fui atrapado por otras de las lianas. Nos arrastraron por diferentes caminos. Tras un rato recorriendo el laberinto, la liana me soltó frente a una gran planta de unos cuatro metros de altura; su tallo tenía el grosor de una persona. El olor a flores procedía de aquí. El suelo estaba lleno de huesos, de animales y personas. De pronto la planta retorció su tallo y de sus pétalos púrpuras comenzó a expulsar un gas amarillo.

Al cabo de unos segundos inhalándolo perdí el conocimiento.

(Continuará)

Daniel F. Ibáñez


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