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Laissez faire
  Mariano Moral  | 29 de enero de 2012

Esta semana he querido darme una vuelta por una preciosa localidad de los Alpes Suizos: Davos. Bajo un opaco y helado manto de nieve y rodeados por los más formidables paraísos fiscales de la tierra, se ha reunido allí la elite política con el fin de vendernos preciosos e indescifrables mensajes económicos a través de los medios de desinformación mientras todos los multimillonarios del mundo (incluyendo dictadores, traficantes, políticos y magnates) siguen con su rutina inalterable de ingresos millonarios en efectivo en los bancos des-regulados de esa parte de la cordillera alpina.

Un año más me encuentro ante el Foro Económico Mundial o el circo donde la hipocresía política es llevada al extremo. He intentado entrar pero me han denegado el pase, así que, guiado por mi testarudez y tras una accidentada e ilegal escalada, me encuentro sobre el nevado tejado del pabellón que acoge el foro mirando la sala desde un tragaluz que localicé buceando bajo la nieve . Lo primero que me sugiere esta muda y furtiva panorámica es una aplastante contradicción. ¿Por qué –me pregunto—esos políticos que parlotean ahí abajo ponen tanto empeño en mantener un sistema que principalmente busca abolirles?

Laissez faire et laissez passer, le monde va de lui même; «Dejad hacer, dejad pasar, el mundo va solo». Este es el punto primero del credo neoliberal bajo el que vivimos y que ha dominado la vida política durante más de las dos últimas décadas. El punto segundo es que toda intervención económica gubernamental debe ser anulada. ¡Ah! E aquí la raíz de la contradicción que me surge bajo el helado cielo suizo: si los políticos dejan hacer y además no hacen nada esto significa que no tienen poder efectivo y entonces… ¿para que están reunidos? ¿Será todo esto un paripé, como dicen en mi pueblo? ¿O están haciendo oposiciones para que cuando dejen la política se puedan reenganchar en alguna corporación con un sueldo astronómico? Veamos.

Estoy intentando abrir el tragaluz para poder oír lo que se dice ahí abajo, forzándolo un poco lo he podido subir unos centímetros, será suficiente. ¿Por donde íbamos? Si, el mundo va solo. Si los políticos que en teoría representan la soberanía de los pueblos carecen de poder real entonces las instituciones y la ciudadanía tampoco tienen poder lo cual nos lleva a reconocer que, efectivamente, el mundo va solo o, lo que es lo mismo, al antojo de los humanos más espabilados y con menos escrúpulos o, lo que es lo mismo, bajo los designios de lo que por ahí llaman mercado. ¡En esta sociedad de Laissez faire por un lado ponen la razón en un altar para diferenciarnos del resto de los animales y por el otro asumen que la sociedad humana debe funcionar igual que una manada de bestias (la ley del más fuerte) porque así lo dicta la naturaleza y su inercia! Me llega más frío del interior del pabellón que de la noche de Davos. Esos tipos de allá abajo se quedan como témpanos de hielo tras soltar las mentiras más asquerosas y calculadas que se pueda uno imaginar.

Habla ahora el presidente irlandés, que sin duda, sentado en el centro de los conferenciantes, se siente ahora un tipo importante. Y, lo que son las cosas, tal vez guiado por el subidón que le da ese sentimiento, se atreve a poner la excepción que confirma toda regla y dice una verdad: los ciudadanos también son culpables de la recesión. Seguro que por decir esto mañana por la mañana se le van comer sus compatriotas celtas, los cuales, como el resto de los ciudadanos europeos, se creerán todas las mentiras y rechazarán la única verdad que se ha dicho por aquí. ¿Por qué? Por que es verdad y la verdad nos exigiría re-plantearnos la utilidad de la hipoteca, de los dos coches aparcados en el garaje, de la pantalla de plasma e incluso de las vacaciones en un super-complejo hotelero de Punta Cana. También, y sobre todo, la verdad nos exigiría asumir la inutilidad de las ambiciones desproporcionadas y de las necesidades creadas a las que nos arrastra el sistema.

Pero es mejor no pensar en tantos lujos cuando uno se encuentra a la intemperie alpina medio congelado. Parece que van a cerrar la conferencia por hoy, se les ve cansados. Me intento poner en su piel y comprendo que debe ser agotador hablar como políticos en el lugar donde los más ricos del mundo ponen a buen recaudo sus fortunas de sangre y explotación y se ríen a carcajadas de la miserable y cobarde clase política. «Dejad hacer, dejad pasar, el mundo va solo» Sería una frase preciosa si su intención fuera reflejar un mundo donde, muy a pesar algunas de las teorías sociales, políticas y económicas neoliberales que soportan lo contrario, importara la sed, el hambre, el dolor, la cultura, la educación… de cualquier ser humano independientemente de su posición y sus capacidades y de los designios divinos, naturales e históricos que supuestamente rigen nuestra existencia.

«Dejad hacer, dejad pasar, el mundo va solo» La frase se disuelve rápidamente en mi cabeza porque tras recibir un fuerte golpe de algo que parece provenir de abajo el cristal del tragaluz se ha resquebrajado y estoy cayendo en picado justo encima de la tarima principal donde se sientan todos los políticos. Estoy apunto de matarme y...sin embargo no puedo evitar sonreír ante lo que acabo de oír en mi descenso. La Señora Lagarde, directora del fondo monetario internacional, ha alzado su bolso y ha dicho abiertamente "Estoy aquí, como mi pequeña bolsa, para recaudar algo de dinero". Pobrecilla, estoy a una décima de segundo de aplastarla.*

*No podemos asegurar que el último párrafo sea una reproducción literal de las palabras de nuestro corresponsal puesto que la velocidad a la que este habló durante la caída nos impide entenderlo con claridad.

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"Estoy aquí, como mi pequeña bolsa, para recaudar algo de dinero"

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