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Dejavu
  Mariano Moral  | 23 de julio de 2015

Anda todavía suelto el fantasma de esa parte de mi que se aferra al pasado, terco, irracional, obcecado en su propósito como el que mantiene una reliquia inútil aunque esta ocupe la mitad del salón. Y aunque creo que pronto ha de dejar su siniestro serpenteo por los rincones de un presente condenado, su presencia, el desquiciante susurro con el que castiga mi oído, se hace insoportable por momentos. El fantasma vaga por todas las cosas en las que ya no creo, de las que lo único que me interesa es su fecha de caducidad, y me trae sin que yo se lo pida crónicas de los protagonistas del absurdo.

Y susurra, susurra, susurra una y otra vez en las puertas de mi mente la historia que ya he oído, visto y sufrido cientos veces. Es un veneno soporífero que hay que expulsar como sea, entonces abro a mazazos en el vivo papel una puerta de salida, la misma que es, fue y creo que siempre será; el resultado es siempre el mismo: dejavu. De nuevo solo puedo repetir lo ya dicho y lo ya escrito, y es entonces cuando me doy cuenta de cada puerta que abro me conduce a un cuarto que solo comunica con el anterior. Un paso adelante que me coloca justo detrás.

Si, el fantasma de esa parte de mi ser anda todavía suelto y hasta que no corte su ultimo nexo conmigo los dejavus no van a dejar de aparecer. Uno especialmente impertinente y molesto es el que hace poco me trajo (otra vez) ese fantasma: un alcalde tirano, trapacero, absoluto dominador; una corte de concejales sumisos e interesados, con sus miembros atados por motu proprio a las cuerdas que su señor maneja sin compasión; y una oposición complaciente e inofensiva que al aceptar las reglas de este podrido sistema y afirmar su vigencia con su presencia en la corte no hace otra cosa que alimentar la farsa.

Esto no lo digo yo, lo susurra en mi oído ese fantasma, porque yo, o lo que queda de mi sin esa parte ya fallecida, no veo ningún sentido en escribir mil veces lo que ya he escrito novecientas noventa y nueve. Pero el nexo no se termina de romper. Tal vez sigo escuchando a ese fantasma y produciendo los correspondientes dejavus porque después de todo no puedo dejar de creer en la gente, y mientras crea en nosotros, vosotros y ellos el fantasma seguirá recorriendo un mundo que ya no le pertenece para traerme material de dejavu.

Pero un dia las personas van a despertarse y vomitar toda esta farsa como el que vomita bilis y ginebra tras una larga y oscura noche de excesos. Ese dia el fantasma se va a volatilizar junto con sus dejavus, si no para siempre, al menos por un tiempo. No ha de quedar en el papel ni una sola puerta que conduzca a la habitación anterior, si no muros derruidos tras los que se abrirán inmensas explanadas, tierra salvaje y libre en la que se disolverá el aire extremadamente viciado de estos días.

Ya no habrá ni un solo “esto ya lo he vivido”, y volverá la esperanza con el aire fresco del “esto es lo que ahora hay que vivir”. No habrá fantasmas serpenteando por la niebla de los Montecristos, no habrá relatos de aquello que ya no merece ser relatado. Habrá algo nuevo que nos traerá la fantástica y mágica pregunta: Y ahora que?.


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