Las Navas del Marqués a 28 de mayo de 2023 |
24 visitas ahora |
Tweet |
Los abrazos perdidos
Ahora añoro los abrazos perdidos que no di, pero ¿por qué nos cuesta tanto abrazar?
Dos personas se encuentran en la calle y se abrazan para saludarse. Lo hacen en una celebración, en un entierro, en un arranque de felicidad o para consolar unas lágrimas. Es como que tiene que haber un motivo extraordinario para ello. ¿Y por qué reprimimos tantos abrazos que deseamos dar a nuestra familia? ¿Nos avergüenza hacerlo?
Tener un bebé en brazos y no abrazarlo es algo que no concebimos. Nuestro instinto nos crea ese deseo y le demostramos nuestro amor con achuchones y besos, ¿en qué momento de nuestra vida perdemos ese hábito, esa forma de demostrar nuestro amor a alguien sin tener un motivo? Y, ¿cuándo recuperamos las ganas?
Yo me pregunto (y no soy abuela) si todo ese gran amor que se da a los nietos es la añoranza perdida en los abrazos que dejamos de dar a los hijos. Estás abrazando a dos personas convertidas en una.
Ahora recuerdo los abrazos que no di a mis padres y a mi tía, mi segunda madre. Sí, nos besábamos, nos queríamos, pero... ¡cuánto añoro los abrazos perdidos!
Hoy me doy cuenta de que todavía estoy a tiempo de no perder ninguno más y, paradójicamente, la causa de mi desasosiego son los abrazos que doy todos los días a dos personas muy mayores que los necesitan, y aún con el daño que me causan día tras día, si no les abrazo cuando me voy, sé que se quedan perdidos.
Si un niño necesita el cariño de los adultos para crecer feliz, un anciano necesita los abrazos de los suyos para sentirse querido. Y vivo.