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Decrecimiento
  Mariano Moral  | 11 de octubre de 2011

La idea que se tenía de crecimiento allá por el siglo XIX (teniendo en cuenta que no podían pensar que la tecnología hubiera de avanzar indefinidamente) era que cuanto más capital y trabajo se contengan en una economía y cuanta más productividad (apoyada en los avances tecnológicos) se obtenga de la combinación de capital y trabajo mayor será el crecimiento de esta. Claro que se establecía un límite de crecimiento, un límite en el cual no podría incrementarse naturalmente ni el capital y ni el trabajo y que daría paso a un estado estacionario en el cual no cabría progresar más (económicamente hablando). Además, si se permitía el libre albedrío del capital y del trabajo tarde o temprano los países pobres y los ricos se encontrarían en este nivel estacionario insuperable convirtiéndose así en iguales.

Pero no funcionó. En la mayoria de los casos el incremento de capital (incluyendo tecnologías más avanzadas) no daba lugar a más crecimiento; entonces entendieron que el problema era la mano de obra, a saber, si esta no absorbía los avances tecnológicos estos no servían para nada rompiéndose así el proceso de crecimiento. Por tanto se buscó un incremento de la mano de obra cualificada que, a través del conocimiento de los avances tecnológicos, podía elevar la productividad y aumentar así el crecimiento económico. Un agricultor, un ganadero, un obrero, etc., formados en las nuevas tecnologías que iban apareciendo continuamente en sus respectivas áreas, podían aumentar progresivamente la productividad y provocar así un crecimiento sin límites. De este modo ese estado estacionario que se ponía como límite del crecimiento quedaba burlado y con el la posibilidad de que países pobres acortaran distancias o llegaran algún día a ser iguales a los ricos.

A día de hoy seguimos creciendo dentro de de este modelo económico impregnado hasta la médula de libre mercado. De entre sus peculiaridades podríamos resaltar las siguientes:
En el modelo de crecimiento se invierte cada vez más en investigación y desarrollo, claro que los resultados no están al servicio del ser humano y de la conservación del planeta, si no del crecimiento económico y de los que asumen posiciones privilegiadas dentro de él (mientras siga siendo rentable el petróleo y este en manos de los poderosos ¿para que dar un empujón definitivo a las energías renovables y limpias?).
El rendimiento de la educación aumenta, pero formando personas muy cualificadas para trabajos muy específicos, es decir, máquinas, mientras tanto la educación general y crítica decae. Y esto se puede extrapolar al resto de la sociedad, los medios ya no cubren funciones dibulgativas, informativas y educativas, si no que dirigen la opinión y, encaso de que esto no sea suficiente, la anulan. Se crean personas unidireccionales o con vista de tunel.
Los datos macroeconómicos cuentan por encima de todo por ser los pilares del crecimiento y aun a costa de la microeconomía, a costa de la familia, del individuo, del bienestar social.
Los mercados financieros adquieren el estatus de entes todopoderosos (por encima de los propios gobiernos soberanos) puesto que son los que financian ese crecimiento del que depende este concepto desquiciante de economía
Y, por supuesto, las desigualdades en la distribución de la renta cada vez son más grandes y más irreversibles.

Pero no hay que olvidar que uno de los factores más importantes y destructivos de la teoria socio económica del crecimiento es la ecuación felicidad-consumo. Para que el sistema crezca ilimitidamente, es decir, la producción resultante de la fusión capital-trabajo sea infinita, el consumo también ha de hacerlo dando origen a uno de los mayores males de nuestro tiempo:el consumismo o la obsesión enfermiza de medir nuestra felicidad en función de nuestra capacidad para adquirir mas productos materiales.
En el libro Prosperidad sin crecimiento. El desarrollo hacia una economía sostenible, Tim Jackson sitúa de forma muy sencilla el objetivo del avance humano en nuestra capacidad de ser felices como seres humanos, dentro de los límites ecológicos de un planeta finito y para ello avanzar hacia las condiciones donde esto se haga posible. Sin embargo, el autor va más allá de este alegato ecologista y dice que por encima de 15.000 dólares de renta per cápita el nivel de satisfacción desaparece, es decir, que el consumismo (el incremento continuo y delirante en los excesos materiales) y las subidas de nuestras rentas, no solo no nos hace más felices si no que también destruye las condiciones de vida básicas en la Tierra.

Portanto el desencadenante último de este sistema económico en el que, según Adam Smith, la “mano invisible” del mercado hace que cada agente económico, al perseguir su propio interés, contribuya al interés general, es que es unos pocos iluminados ostentan la mayoría de la riqueza mundial, y su riqueza aumenta en la misma proporción en la que la mayoria de la población, la democracia y el planeta son aplastados bajo la dictadura del sistema.
A día de hoy, la teoría del libre mercado dentro de un marco de crecimiento constante es la que tenemos, y padecemos, por tanto vamos a centrarnos en su teoría rival en la actualidad y que, a mi humilde entender, podría revolucionar el mundo que conocemos hasta ahora. La teoría del decrecimiento.

Pero dejemos que uno de los principales ideólogos del decrecimiento, Serge Latouche, y un experto en el tema, Carlos Taibo, nos lo expliquen brevemente y que cada uno saque sus propias conclusiones y, si así lo decide, profundice más en esta teoría que como mínimo creo que se merece nuestra atención. Además pìenso que sería una buena idea abrir un foro de debate en este medio para discutirla.

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Carlos Taibo - Decrecimiento - YouTube
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Serge Latouche, gran ideólogo del decrecimiento - 1/2 - YouTube

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