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Nueva Sección: EL SENTIDO DE LA VIDA
Adiós a las cucarachas
  Mariano Moral  | 7 de octubre de 2013

No quisiera preguntarme tan a menudo cuál es el propósito de nuestra existencia porque cada vez que lo hago me viene a la cabeza aquel anuncio de Cucal, el mata-cucarachas: “Nacen, crecen, se reproducen y mueren”. Cuando el panorama se torna tan oscuro mi mente se defiende del pesimismo contra-atacando con una imagen definida, por ejemplo Senén Pousa, orgulloso alcalde de Beade, de pie en su despacho sujetando un retrato de Franco justo delante de unos estantes repletos de parafernalia fascista. Entonces recupero el optimismo porque me doy cuenta que si que hay una razón y un fin para nuestra vida: El amor.

He llegado a la conclusión de que el amor es nuestra razón de ser y de que solo los iconos son capaces de generarlo. Hay iconos para todos los gustos y edades (casi siempre disponibles en tamaño póster), todos tan diferentes y sin embargo tan iguales. Podemos encontrar gente que está coladísima por Francisco Franco del mismo modo que la hay loquita por Justin Bieber, Juan Carlos de Borbón, Felipe González, Hannah Montana, Leo Messi, José María Aznar o Fernando Alonso.
Otros han llegado incluso a montar clubs de fans empujados por un amor puro e incondicional, ya sea a la serie de televisión Glee, a un partido político o a la saga Harry Potter, por poner algunos ejemplos.

Lo más bonito de estos iconos es que todos son la representación viva de un ideal, y ese ideal se convierte en nuestro motor cotidiano, en nuestro “mata-cucarachas”. El secreto está en dejar que suplanten nuestro ser para que nuestro innato vacío interior sea rellenado satisfactoriamente o, en otras palabras, para que podamos dejar el camino de los perdedores que “nacen, crecen, se reproducen y mueren”. Hay una serie de idiotas con corazón de piedra que se ven incapaces de amar a los iconos de una forma tan bella e incondicional. Estos sujetos alegan aberraciones tales como que para vivir su vida con un mínimo de libertad, las personas deben ser conscientes de si mismas y no rendir culto a nada ni a nadie, o que lo único que hacen los iconos es aprovecharse de nosotros. Seguro que el Señor Pousa se reiría de estos degenerados en su misma cara. ¿Y quién no?

Pero no nos confundamos, no estamos hablando de esa superchería del amor por nuestros semejantes, si no del amor platónico que debemos sentir por un ídolo al que ni siquiera conocemos y que sin embargo hace algo que somos incapaces de hacer por nosotros mismos: llenar de sentido nuestra existencia. Está claro que sin los posters de nuestros iconos colgando de la pared de casa la vida se reduce al maldito anuncio de Cucal, pero sin Cucal. Amarles es requisito fundamental para vivir en plenitud y con sentido dado que en nuestra genuina sociedad de idólatras nadie puede llenar su propia vida de si mismo. Esto sería como pedir a una masa de cucarachas que dirigieran una sociedad que solo puede ser dirigida por iconos.

Dicho esto solo me queda declararme enamorado. Pero primero tengo que encontrar un icono del que enamorarme, alguien que despierte mis ganas de vivir tanto como Franco al Señor Pousa, alguien que contenga en si mismo el ideal que ha de mover mi entumecida existencia. Pienso en dinero y se me aparecen varios candidatos que podrían servirme. Pienso en estatus y la lista se agranda, hay tantos candidatos como cucarachas, pero a parte de dinero y estatus me gusta también la fama. Pero, ¿qué son la fama, el dinero y el estatus sin poder? Y si, además de estas cualidades, mi icono me puede reportar algo más, digamos, palpable, como un por ejemplo un poquito de beneficio...

No hay problema, ya lo encontraré, en definitiva hay muchos que me pueden servir. Lo importante es que ya puedo mandar a la mierda mis dudas existenciales y gritar a los cuatro vientos ¡Adiós a las cucarachas!


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